“Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz (Zuleta,1985)”.
Cuando se intenta abordar fenómenos estructurales, casi siempre resuenan dos respuestas antagónicas. La primera es una idealización absoluta y la segunda un pesimismo histórico. Si cada una se asume acríticamente, sin la correlación de otros factores determinantes, la respuesta termina siendo desalentadora, frustrante, agónica.
Este es el caso de la construcción de paz y de Derechos Humanos en Medellín. Aquí empiezan a flaquear distintos análisis que se realizan desde un escritorio frío, hegemónico. Lo primero, es reconocer que la paz, no es la ausencia de los conflictos, es la capacidad racional y gradual de convivir con estos. Es en el sentido más amplio, la comprensión del dolor que se manifiesta en el individuo por fuera de foros, discusiones y cursos. Es acercarse sin clichés y eufemismos ante la angustia y el miedo de perder un ser querido. Lo segundo reflexionar que, para la construcción de paz, se debe garantizar como sociedad que tanto la niña, como el anciano puedan ejercer en igualdad de derechos las garantías que desde algunos lugares de privilegios se dan por sentado: un techo digno, salud oportuna, educación de calidad, etc. Para finalizar, lo tercero es poder aunar lo anterior con la paciencia absoluta de los actos cotidianos y la esperanza moderada frente a las dificultades posteriores.
Reflexionar y sobre todo actuar en la construcción de paz, es un reto necesario de asumir. Es tarea de todo ciudadano movilizar la duda, por encima de las verdades inamovibles que se han construido históricamente. Y buscar soluciones prácticas que se logren llevar a cabo con la sensibilidad, flaquezas y carencias de esta patria sangrante. Mucho por hacer, solo queda decir que no hay soluciones ni fórmulas mágicas que respondan a las necesidades de esta presente y futura generación. Mientras tanto, ver en el otro un ser que sufre, sueña y con el cual a pesar de las diferencias podemos construir un país del tamaño de nuestros sueños.
Yeison Tabares. Abogado, Medellín – Colombia.