PROCLADE COLVEN

Ramón Iriarte Pazos y Gerardo Castro Arias*
Caminantes de la EPT
Integrantes del Comité Interinstitucional de Desarrollo del barrio La Candelaria, Cartagena
*Miembro de la Junta de Vivienda Comunitaria

El éxodo es un viaje hacia la profundidad de la memoria personal y colectiva; un viaje por habitar la vida. Es un fenómeno ligado a la revolución que se produce por la situación, voluntaria o forzada, de las búsquedas de nuevos horizontes; de encontrar desesperadamente tierras extrañas que se hagan propias, identitarias y culturales. Nacimos de la tierra anegada con la fuerza con la que nace la semilla del barro convertida en horizonte. Hoy, nuestro paraíso es el territorio que ha nacido desde y con nosotros.

VIAJE Y AVENTURAS

Explorar las montañas que trascendían los límites geográficos se convirtió para los turbaqueros (oriundos de Turbaco, Bolívar) en la búsqueda de otras formas de vida. No había límite que, al paso de sus burros, mulos y caballos, no pudieran superar. Para el año 1938, jalonados por una travesía de entre tres y cuatro horas de camino, pobladores de Turbaco, llegan a la “Playa” para comercializar sus productos agrícolas, haciéndole frente a la distancia, al agua y a la nostalgia del regreso. Yuca, ñame, plátano, batata, frijol, casabe, mangos, maíz, huevos, aves de corral y pan, entre otros alimentos de su pan coger, traídos a lomo de mulo, sostenían sus esperanzas y caminar.

Para no devolverse con el pan coger que no había salido en la jornada, los viajeros se turnaban: unos, para cuidar lo que no se había podido vender en el día, y otros, los que regresaban al pueblo, lo hacían con el sueño de una nueva carga, llevando en sus alforjas (sacos) el “kei” (gordito de vaca), con el que se completaba el desayuno o la comida. Para los que aguardaban nueva mercancía, la intemperie que acompañaba sus días y noches, abría paso a la construcción de chozas de mangle y palma de coco. El refugio era tan vital como lo que transportaban.

De esta manera, tan natural como rudimentaria, estos comerciantes y transeúntes, alumbraban desde las entrañas del agua, el barro y el pantano, un asentamiento que, como aquellos instantes que paralizan el tiempo, será bautizado con el nombre de “La Candelaria”, en honor a la Virgen de las Candelas, como la llamaban nuestros ancestros en épocas de la colonia y la resistencia; y en honor a la Ciénaga que guarda en su memoria profunda y mantiene a flote gran parte de esta historia.

Con la fuerza con la que nace la semilla del barro convertida en árbol, así este barrio brotó de la tierra anegada. Lejos de combatir a la naturaleza, significó para los pobladores hacer simbiosis con ella. Los meses de octubre, noviembre y diciembre, ubicaban en el tiempo la fortuna o infortunio con el clima.

Cuando la marea bajaba, los pobladores que se habían ido asentando, aprovechaban para coger y hacer sus lotes; otros, para dar extensión a su espacio y presente. La avalancha de peces – barbudo, gambí (sábalo pequeño), camarones y
jaibas – enriquecían el paladar y los hábitos culinarios de este otro rinconcito del litoral caribe.

Deja un comentario

logo-proclade

Calle 61 No. 55A – 54,
Barrio El Chagualo, Medellín, Colombia.

(+57) 314 769 84 85

liderproyectos@procladecolven.org

contabilidad@procladecolven.org